El libro del Genesis no se diferencia mucho de la realidad evolutiva. En el principio de la vida el sexo no existía. Los primeros organismos eran una sola célula y se reproducían por división. Cada división era progenitor y descendencia a la vez, eran idéntiques (que no había sexo, no se irrite). No morían, no había depredadores, nada descomponía los restos cuando dejaban de existir por inanición, aplastamiento, o destrucción química, más no biológica. Pasaron millones de años adánicos, todo era felicidad o aburrimiento, todo era igual, el paraíso del que nos salvamos. El Edén.
Después de muchos millones de años, y no fue accidental, dos células se asociaron para obtener más fácilmente la energía vital, los químicos de la sopa primitiva. Siguieron deambulando juntas hasta que una se metió dentro de la casa de la otra. Eso sí, cada una de ellas conservó su espacio (membrana celular). Con el tiempo, cada una asumió tareas diferentes y, sin planearlo, surgieron las células complejas (eucariotas). Dejaron de ser células simples, aunque tampoco eran dos. Apareció un nuevo ser más complejo que poco a poco se fue asociando con otros seres que construyeron casas con casas dentro de otras casas.
Dividirse en dos ya no fue tan sencillo, pues tenía que poner a todas las partes de acuerdo para hacerlo. Organizaron un centro de control para coordinar el tema de la división. (el núcleo). Archivaron ahí la base de datos de lo que debería dividirse (El ADN). El centro de control era la biblioteca de la célula. La estrategia de asociarse (simbiosis) era tan exitosa que siguió usándose cada vez con más complejidad. Hasta que en una de esas asociaciones las células aproximaron sus núcleos partidos a la mitad y de las dos bibliotecas partidas hicieron una nueva. Aquel primer hijo tomó lo mejor de sus predecesores. Convinieron que era una buena forma de reproducirse.
Cada una de las bibliotecas progenitoras era diferente a la nueva biblioteca. Por primera vez hubo un padre, una madre y un hijo. Apareció Eva, apareció el sexo. Ahora los hijos eran diferentes a sus padres, aunque similares. Esa diferencia entre padres e hijos, en millones de años, abrió el camino a la diversidad biológica.
Con la aparición del sexo, de Eva y de esa manía por meterse en la vida del otro, una célula, en vez de asociarse, engulló a otra y la hizo su alimento. Le cayó tan mal que eso desencadenó su fin biológico. De pronto fue la muerte. Hasta ese momento la muerte no existía, ni existía el tiempo.
Bienvenida Eva, el sexo, la muerte, el tiempo, la diversidad, la vida, el pensamiento.